Y así empezó todo. Las zapatillas ya no tenían cordones. Y eso cuando tenías suerte de encontrar ambas a la vez. Un día haciendo apuntes, y acababan siendo devorados. Devorando nuestro tiempo y vida. A base de bocados que se recuerdan con demasiada ternura. Llegó el desorden y el caos. Llego la dulzura y la alegría. Un dolor de cabeza, que se acaba quitando solo con las cantidades ingentes de risas y cariño que se recibían. Las sabanas quedaban cubiertas por una fina capa de suciedad constantemente, pero también de amor. Así era ella. Una pequeña terrorista. Cierras los ojos y te sumerges en un pequeño descanso, que a su lado, siempre sería efímero. Creo que por mucho tiempo que pase no habrá despertares como aquellos. Lametazos convertidos en besos, besos convertidos en lametazos. Pero fuese como fuese la forma, era la suya. Libre, tierna y única. Y derrepente toca compartir la cama con ella. Un pequeño ser que tiene la capacidad de ocuparla toda. Luego llegaron los bostezos, seguidos por carcajadas. Y nuevamente a ocupar el sofá. A ocupar nuestras vidas poco a poco. A veces se pegaba tanto, que daba la sensación de que nos ibamos a quedar pegadas de por vida. Ya no hay papel higiénico en cada esquina y ahora siempre se donde están mis cajetillas de tabaco. Ya no hay nadie escondido debajo de mi butaca, ni pidiéndome que la suba a la mesa para poder ver por la ventana. Ya no hay nadie que de la bienvenida y despida los días provocando frecuentes ataques de sonrisas. Ya no hay nadie a quien dar esa pequeña caricia, para ver como gira su cuerpo para seguir pidiendo amor. Por que eso era ella, amor. Se te va a echar mucho de menos.
Suena: Russian Red - They don´t beleive