Si hacemos una inmersión y retrospectiva del mundo cinematográfico; lo cremoso de que te avalen tantos premios, galardones, y ante todo un nombre ciertamente divulgado y refamado, es que da igual lo que creés, que tu obra despertará, entre palomitas y refrescos, inumerables pasiones. Podrá y será clasificado como cruento, tedioso o aparatoso (porque criticar al fin y al cabo está al alcance de todos); Pero estará en boca de los que su sed y hambre quedan apagados por dichas obras, y que al final son la mano que dan de comer la citada industria. El trailer de "La piel que habito" de Alomodovar parece hasta nocivo para el sentido y sensibilidad, pero aún así, la película logra ser emitida frente a miles de espectadores kamikaces que deciden fumarse toda señal de advertencia y pagar, y remarco la acción verbal del pago, por ir al cine. Personas cuyos culos famélicos y gordos se hayan acomodados en el cine, con el único propósito de habitar la piel de un país que vive rendido a los pies de los pocos que han logrado y merecen consagrarse en este panorama. Se le brinda a Almodovar la posibilidad de llenarse su bolsillos chirriante de egolatría, cuando su producto si llega a tener otro renombre, habría sido reciclado en la papelera de la trastienda directamente. ¿Que huele a injusticia? Seguramente. ¿Que ese es el ciclo vital en el que participamos todas las ovejas? También. Pero parece haber una mampara demasiado gruesa que separa la posibilidad y ganas de poder crear buen cine, de la creación ya plausible. Pero a pesar de todo este contexto tan ominoso; mi culo que a estas alturas ya no sé si clarificarlo bajo famélico o regordito, le dio pena levantarse del asiento, porque una vez más el maestro logró firmar una obra maestra.
Suena: Kings of Leon - On call