Suena la alarma (al menos es una buena canción aunque ya no lo aprecie por la tediosa rutina). Abro la puerta de mi desastrosa habitación y un pequeño ser viene corriendo a mis pies dándome los buenos días como nadie sabe darlos. Voy al cuarto de baño. Me miro, hago el mítico gesto de rascarme la cabeza, me mojo la boca que para variar tengo sed y ya de paso orino. Busco las zapatillas. Sólo encuentro una. Me hace gracia el contraste en las plantas de mi pie del frío/plano al calor/mullidito. Me preparo mi desayuno. Siempe un nesquik frío y lo que acompaña depende de cuanto he podido deslizar o no en el carrito de la compra esta semana. Hoy tocaban chips ahoy. Entra mamá en la cocina. Cae un beso tras otro, tras otro. Escucho mi frase de cada mañana: "Que poco simpática eres por la mañana". Reconozco vestirme por vaguería y falta de tiempo con la ropa que dejé la noche antes en la butaca tras ir a cenar, pero siempre con mi compulsivo, obsesivo y demasiadas veces repetido cambio de ropa interior. Hoy toca el conjunto fucsia. Es cómodo y alegre. Me gusta para mi lunes. Me peino sin mucho interés. Decido maquillarme más de la cuenta nadie sabe bien porque. Mierda. Ahora toca desmaquillarme un poco. Cojo mi mochila y lanzo la típica mirada de cada mañana a mi cuaderno. Para que voy a cargar con él si cuando llegue a clase le puedo pedir a pablo una hoja y que me lo guarde. Total, está más seguro con él que conmigo. Bajo al coche. Suena la primera canción del disco. Lets spend the night together. Logro aparcar en un sitio relativamente cerca, pero sobre todo relativamente grande, ¡Sí! puedo rehuír de maniobras y del tan recordado hecho que aún no he aprendido a aparcar. Llego a clase. "Pablo déjame folio y boli". Lo bueno de cuando alguien te quiere bueno y mucho es que se acostumbra a como eres. Cuando abro mi bolsa de chiquilín ositos le doy la mitad. Sobretodo los que están echos en forma de osos que abrazan. Él me sonrie. Nos hablan de las descolonizaciones, de la guerra de Irak...Bastante información, un tono parsimonioso por parte del profesor, y ciertamente mucho sueño. Sólo escucho la mitad. Termina la clase y me fumo mi habitual piti con patri. Un beso y un hasta luego mientras ella va camino a casa y yo de nuevo al coche. He decidido mientras me quedaba sin un poco más de vida al consumir mi querido cigarro que no iba a ir a historia del periodismo. Consigo llegar a casa sin que me salte la luz de reserva, la tengo mucha manía a la pobre. Abro la nevera y me preparo lo que se denomina un kebap casero. Una deliciosa guarrada. Subo a mi habitación y me pongo a Joe Cocker en repetición mientras hago de todo y de nada. Me meto en la cama que me duele la espalda después del benito fin de semana y me pongo a leer el libro de las despedidas. Si leo me duermo. Apoyo el portatil en mi tripa y rebusco entre cosas productivas y otras puramente cancerigenas. A la media hora o así mamá entra en casa. Mi puerta se abre bruscamente y alguien se lanza sobre mí. Caen besos y besos y más besos. Me arropa como sólo una madre sabe arropar a sus hijos. Me despierto y paseo con, que no a, los perros. Voy casi todo el camino escuchando a Rachael Yamagata. El viento fresco me sopla en la cara y da gusto con el calor del sol pegando fuerte. Oli y pepe corren, corren y corren. Llego a casa, devuelvo la llamada a Mamen, me cambio de ropa y salgo corriendo. En el camino me paro a echar gasolina, joder, siempre me toca detrás del más lento. Tacho y yo logramos encontrar un buen sitio y a la primera. Se ríe de lo mal que aparco, pero llega Leo a tiempo para que no le de demasiado tiempo hacer hincapie. Subimos gran vía y paramos para unas cuantas cervezas y bocadillos. Una risa, un mini debate, una anécdota, otra risa y porque no, otra risa de nuevo. "No tengo cambio para pagar" "Da igual yo te invito". Esa frase a cualquiera le hace la tarde más simpática. Nos tiramos en los sofás en aquella habitación en la que tantas tardes pasamos. La espalda se me hunde, esto se llama comodidad. Mumford and sons suena en nuestras cabezas mientras fumamos algo parecido a la alegría. Llega Aguado. Con él no me importa compartir sofá, total, a veces parece que ya lo comparto todo. Llego a casa y doy un beso a papá. "Hola bonita". Bonito tú debería haber respondido. Antes de subir paso por la nevera. Muuuucha philadelphia, siempre mucha philadelphia casi a cucharadas. Me descargo paper heart. Sobre alguien que no cree en el amor y acaba enamorado. Curioso. Me leo el país, hoy no me gusta especialemente, demasiadas páginas dedicadas a historias de lo más destructivas. Hablo con mi querida hermana, y vuelvo a rebuscar por aquel gran océano de sorpresas. Doy en el clavo con un artículo de Rosa Montero de hace dos meses, un genio. Mamá y papá se van a dormir. Me meto bajo la ducha caliente durante un laaaargo y placentero rato. Mis pies empiezan a enrojecerse. Ya debería salir pero estoy demasiado agusto. Me echo crema, me pongo mi pijama de Mafalda que tanto me gusta, y logro encontrar las dos zapatillas al finalizar el día. Bajo a la cocina y me hago otro nesquik, este cuanto más frío mejor también. Oli se sale de la cuna y me tumbo en el suelo a quererla mientras intenta beber también de mi vaso. Me meto en la cama y me doy cuenta de una tontería. Abro el portatil y me pongo a escribir esto. Que día más corriente y típico, cierto. Nada nuevo, nada extraordianrio, y sobretodo nada inusual. Pero mientras dejo que la almohada y el nórdico prácticamente me engullan me doy cuenta de lo ridículamente delicioso que a veces supone la normalidad. El beso de buenos días de alguien que realemnte se alegra de verte, un nesquik con trozos de galleta flotando, una buena canción en el coche, saciar un pequeño vicio con una amiga, reírte a carcajadas, encontrar justo lo que quieres comer en la nevera, que tu cama siga siendo el lugar más cómodo. Y todo esto aún cuando llueve. Que buen día.
Suena: Mumfords and sons - Little Lion man