jueves, 20 de enero de 2011

mascarillas blancas


El 25 de enero comenzaron en Egipto las protestas para exigir la renuncia del presidente Hosni Mubarak. Después de treinta año de poder autoritario los egipcios parecen haber despertado sacudidos por una verdad que años lleva estrangulandoles sin aparente ánimo de queja. Más de tres décadas penden actualmente de un hilo al grito de "Queremos derrocar al régimen". Amigo Mubarek, estás muy muy jodido. Hasta el día de hoy todos los actos han intentado ser reprimidos de múltiples maneras, decretando hasta un toque de queda así como retirando, como no, la licencia para trabajar a los periodistas al servicio de Al Jaazera. "El cierre de nuestra mesa por el gobierno egipcio se dirige a censurar y silenciar las voces del pueblo egipto" expresó la cadena en un comunicado. Extenuar a los periodistas hasta el punto de dejarles si nada es la predecible táctica utilizada por la calaña de personas como Mubarek vez tras vez. Eso sí, seguir criticando al periodismo. El cielo y el infierno en la tierra existe, y para darlo a conocer hay alguien que está ahí. Como bien decía Mark Twain la diferencia entre la realidad y la ficción es que la ficción ha de ser creíble. Lo que más escuece cuando verdaderamente se vive frente a frente con la realidad, es que no tienes otra que asumir que este es el mundo en el que vivimos. Nuestro mundo real. Los medios de comunicación, bloqueados por órdenes explícitas del presidente, se encuentran con demasiadas trabas para transmitir la situación que vive el país. Se sabe que hay muertos, pero no cuantos. Se sabe que hay heridos, pero no la gravedad. Se sabe que se están violando y vulnerando los derechos humanos, pero no hasta que punto. Pero la información sesgada, o ya directamente desinformación, como suele ser, ha favorecito a algunos. Cuando pienso en China son muchas las imágenes que me vienen a la cabeza: La gran muralla, grandes arrozales, el mítico turística de chancals con calcetines y los dedos para arriba, hombres y mujeres andando de un lado para otro con sus mascarillas blancas...Efectivamente, millones de personas cubriendo su rostro de cualquier posible ataque de epidemia con una ridícula mascariilas blancas. Son la cultura de la defensa antes del ataque. Y así han reaccionado, como era predecible, frente a los acontecimientos que se han dado lugar en África. China nuevamente ha sabido como prevenir aquello que cae en ser contagioso, y más con material tan sensible como es la información. Los microblogs, redes sociales y propios medios de comunicación cantan al unisono de la nada o popularmente conocido como censura. No transmiten los cruentos actos que están sucediendo vigentemente y ni lo van hacer. Censurando aquello que pueda ser un calvo de cultivo para la formación de opiniones lógicas y coherentes, el gobierno chino puede internacionalmente respirar más tranquilo (sin olvidarse de su mascarillas, porfavor.) El pueblo chino, que parece yacer desde hace años anestesiado por su imparable crecimiento económico, parece no dar mucha importancia al hecho de que hace veinte y dos años Tiananmen también intentó, necesitó y debió estar en el centro de las miradas, tanto cívicas como humanas, pudiendo contar con una decente cobertura mediática. Miles de conciudadanos murieron en una situación similar cuando salieron a la calle a sublevarse y se toparon de bruces con un amansado ejercito. Las voces chinas, tuneceñas y egipcias pedían, piden y pedirán lo mismo: Fin de la represión y la corrupción, y estaban, están y estarán pagándolo con sus propias vidas. La historia no siente mucho apego a situar adecuadamente a los héroes y villanos. Esto va más allá de las disidencias o apoyos al gobierno que sea. Se necesita de una transparencia informativa, aunque sea para que esta vez las muertes no sean anónimas.

Suena: Moby - Lordy, don´t leave me