domingo, 3 de abril de 2011
Turning into something beautiful
Hace menos de un año reformamos parte de la cocina, el jardín y los baños. Lo denominado una muy buena obra. Escombros, un no parar de aspirar polvo, ruído, una radio sintonizada a dios sabe que coño, obreros andando y enseñando la raja del culo sin cesar y desorden. Una combinación que hace que tu hogar parezca de todo, menos un hogar. Ahora prácticamente me río cuando pienso en aquello que mi madre me repitió por minutos por si tenía el poco tacto de olvidarme de sus sentimientos: "Ni una obra más. Lo juro, lo juro, lo juro. Nunca más me meto en esta pesadilla. ¡Si es que encima hasta los expertos lo dicen, es de las mayores causes de depresión!". El viento en Isaac Albeniz 5 debe soplar muy muy fuerte porque sus palabras, literalmente, se las ha llevado el viento. En un mes volvemos a colocarnos opcionalmente en esa misma postura. Y encima esta vez una muy buena obra quedará substituido por un obrón de cojones. Dulce retorno a los escombros, un no parar de aspirar polvo, ruído, una radio sintonizada a dios sabe que coño, obreros andando y enseñando la raja del culo sin cesar y desorden. Me pregunto cual será el factor que nos hace olvidarnos de aquello que nos supuso un tramo indigerible y desagradable, y que a pesar de ello, volvemos deliberadamente a ello. Esas cuestiónes que nos provocaron una situación de profunda aversión y que a pesar de ello le volvemos a dedicar nuestro tiempo y esfuerzo. Como decía Huxley: "Revolcarse en el fango no es la mejor forma de limpiarse". Todo me resulta cuanto menos curioso. Y ya que dudo que sea capaz de encontrar la respuesta a eso y se me da mal quedar indemne de ellas decido jugar sucio y limpio simultaneamente y darle la inversa a esa cuestión que lleva flotando toda la mañana en mi cabeza cuando debería estar ultraconcentrada en mis prácticas universitarias. Bendito despiste. A mi primer planteamiento solo se me ocurre lo mítico: "El hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra". Una respuesta fácil a través de una frase hecha. Pero mi segundo planteamiento cada vez veo más y más claro la respuesta sin tener que escabullirme de reflexiones profundas y enrevesadas que en realidad poco van conmigo. Volteó la cuestión y me quedo con el por qué resulta tan jodidamente fácil repetir algo que es tan jodidamente bueno. Primeramente doy por hecho que el sabor aquí tiene mucho que ver. Soy muy dada a comer las hamburgesas, las pizzas, los filetes, casi todo, de fuera adentro (y aunque parezca un cerdo sin educación), básicamente porque creo que existe el bocado perfecto. El más jugoso y delicioso. Y como en esta vida generalmente lo que es bueno tarda en llegar, no me importa en esperar paciéntemente a que sea el último. Así no sólo me quedo con un buen sabor de boca, si no que si perdura, me habré queado con el sabor de la exquisitez que haya ingerido flotando por mi boca. El sabor por tanto es fundamental. Y cuando algo es bueno, va más allá de disfrutar y exstasiarte en el momento, si es bueno de verdad, logra durar un tiempo más para recordarte lo bueno del momento. Aunque ya ni siquiera esté delante. La otra cuestión es que directamente cuando hay algo que es bueno, ejerce de calidoscopio. La vida se deja de ver en blanco y negro y es un puto estallido de colores. De formas desproporcionadas y ridículamente graciosas. De estrellas y triangulos. De corazones y cualquier tipo de forma geométrica. Una bocanada de frescura y diferencia. Otra forma de ver la vida y querer aferrarse a ella, haciendo que no se cuenten los días, si no que ellos cuenten con el buen sabor y manchas de color que dejan. Hoy mí día sin duda es de color amarillo y sabe a algo tan dulce como tú después de ayer. ¿Qué día más rejodidamente bonito, no?
Suena: Yellow - Coldplay