“Gracias mundo por ser mundo, y nada más que mundo”. Por haberme dado el mío. Por haberme dejado mirar desde los ojos de aquel. Por tu melosidad y dureza. Por haberme inundado de un amor ciertamente inesperado. Mi corazón aún se expande ante la inmensidad de la nada, donde respiras todo. Un todo compuesto por las ínfimas partes de la infancia. De las palpitaciones que alimentan al mundo. Pero hay un todo trucado para ellos. No creo en el destino, pero donde hay una ausencia de oportunidades, hay un futuro escrito. Hasta a los héroes no se les permite vivir. Y ellos son los míos. Como si hubiese sido hoy, ayer o se me hubiesen adelantado imágenes. No hay linealidad del tiempo. Será un anexo de mí cuanto perdure mi memoria. Aquello que me permite aún ser humana, y burlar los vicios de la muerte precaria. Creo en la grandiosidad de la experiencia y de ahí mi verdadera incapacidad para esgrimir con palabras lo que he vivido. Lo que ha ido creciendo dentro de mí, y finalmente ha vivido el día a día conmigo. Entre lo conciliador y lo corrosivo nada la creencia del cambio. Pero va más allá. He sido parte de una sonrisa tras otras, tras otra. Las he visto hacerse con la misma rapidez con la que se deshacían. El mundo real no les cede demasiados segundos para la ensoñación. Pero creo que he luchado por convertirles en niños con infancia. Dejarles saborear aquello que se les priva. La inocencia que tan sólo reside en el niño. La pesadumbre de una vida injusta a muchos les hace parecer almas cadavéricas. Pero en otros sólo encuentras kilos de realismo y sencillez, permitiendoles ser felices, sin añoranzas ni peticiones. Sólo he sido capaz de llevar lo que a mi me han podido dar mis progenitores. Cuando llegue el regreso, al mundo de los espíritus y a la casa de los fantasmas, podré ya cerrar los ojos al menos viendo visto algo bello. Moriré más bella con el recuerdo de unas manos ásperas y huesudas en las mías. De una mirada casi desdibujada que oscila entre la perdición y la salvación. De una sonrisa sin casi dientes pero que me contagio demasiadas a mi. De un susurro. Una caricia. Un gesto de bienvenida, con un consiguiente beso de despedida. Donde siempre tendre la imagen de aquel país y de aquella gente. Gracias Mamá y Papá, sin vosotros no habría habido nada. Gracias Sri Lanka.
Suena: Soja - True Love